Si tus labios fueran cuchillos,
sé que moriría desangrado,
en un mar de mordiscos,
entre tus piernas encerrado.
Adoro recorrer tu cuerpo,
mis manos en tus huesos,
cálidos gemidos uniéndose
con el vago y frío silencio.
Somos comos dos cuerdas,
se extienden, se mezclan,
se anudan, se aprietan,
y siempre, siempre, se alejan.
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