En el país de la tristeza, los girasoles no levantan la cabeza al sol,
el cielo luce gris, y de fondo suena la sinfonía de la lluvia día sí día no.
Las huellas sobre el barro mojado nunca se borran, y los errores
son muescas en la roca dura. Resuena el llanto de bebes en la noche,
acompañado de la melodía de un triste saxofón, ahogado y afónico,
y por las calles puedes ver locos, corriendo, cayendo sobre el suelo.
Y siempre hay un perro, se revuelve en dolor, un gran perro negro,
ladra clamando ayuda, pero sus ladridos son confundidos con ira,
y la gente le pega para que se calme, una y otra vez, sin parar.
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